Cuentos de los niños campesinos :
1.- La vaquilla Florinda:
Tropezó la vaca lechera en el tranco del corral. Un ratón que andaba por allí quiso ayudarla, con maña a levantarse. Le estiró las pezuñas delanteras y la movió con ahínco para que pudiera serenarse en la puerta estrecha, mitad cuerpo fuera, mitad cuerpo dentro. Vino la oveja a lamerla para tranquilizarla y le susurró al oído: “Vaquita, vaquita, el ternero retoza por el prado, no tengas temor de estar en el suelo, que pronto te levantarás, tu hijo es independiente y libre, no te necesita para ir a comer a la hierba verde y tierna, así que no te preocupes, vamos a esperar al vaquero para que te solucione el problema de tu accidente. No llores, eres la vaca Florinda, la que más leche da del Condado, todos los animalitos en la granja te aman, y no quieren verte sufrir”. Munnn, muak, muunn, …..contestó el animal con la cara dando en el suelo, y el rabo encogido, apretando e intentando hacer fuerza para levantarse.
La mula tiraba del ronzal que tenía atado a la cabeza para hacer fuerza, mientras relinchaba. El esternón parecía romperse del esfuerzo tiránico, para tratar de arrastrarla y a la retranca estirar las patas traseras. Hizo un intento, volvió a tomar carrerilla, forzar a Florinda, apalancándose esta vez sobre la tirada de la caballería, que con las extremidades en tensión, el cuerpo echado hacia delante, terso el cuello, y lomo erguido arreaba imponente, como si se tratara de una cadena a la que enganchada estaba, con la energía de un cuadrúpedo. Envalentonada, impertérrita, desbocada e ilusionada por ayudar a su compañera de establo. Florinda al ver el tesón con que trataba de hacer todo lo posible por tirar de ella, trató de apoyarse lo máximo, y con lenta agonía se incorporó sobre los cuatro perniles que sostenían el enorme tronco. La acémila dando un tirón la enganchó bien, acertó en el empuje, y sosteniendo la masa osea tembló, nerviosa, hasta ponerla en pie, afirmándose en la pared.
Todos los animalitos asomados empezaron a aplaudir, socarrona y mansa adelantó la zanca, y levantando los remos salió al exterior. El sol mañanero iluminaba los ojos y su piel de pelo. Las gallinas picoteaban distraídas hasta ese momento, que le dejaron el paso expedito, en la explanada frente al portón de la entrada. ¡ Hurra, hurra, los pollos piaban:en el estercolero, la res bovina sale de la corraliza a pasear !
2.- Enredado el rayo lunar
Se ha enredado la luna en una zarza, nadie la puede desenredar. Ha bajado una estrella a desenmarañarla, la impasible luz sigue alumbrando hasta el suelo, hasta las sombras donde nadie puede entrar. Solicita una rana que hay cerca quiere averiguar qué pasa. Se mueve, anda, ronea, canta, mira suave la estrella desperdigada, caída sobre el zorzal verde, bajo el chopo grande.. La luciérnaga asoma, es de noche, quiere auxiliar, espera, trepa intranquila, imperceptible si no fuera por la lucecita pegada a ella. Se ha despertado el ruiseñor que al ver el accidente chequea : “ Qué ocurre !, se sube al árbol más alto y canta asustadizo al ver aquella reunión que no le mola nada, por la hora que es, pero entiende que es cosa de los astros, del firmamento, y piensa que él no entiende de luces tránsfugas,.....
La rana cloa en la charca, viendo el espectáculo que acaece encima de ella en un enredó mayúsculo, ufano, desesperado, sin solución aparente, pero irritante en aquel escaparate lunero. El búho pía, es la fiesta nocturna, es el verano que llega, junio en armonía. El rayo del satélite descansa, enmarañado, sujeto, como si fuera un chinche en el pelo en la espesura del matorral. Pasa un labrador y pregunta: ¡Qué pasa ! . La estrellita responde : “ He venido a socorrer a mi hermana astro, que acampa en estas campiñas parcas y sobrias que está embarullada en la masa vegetal, tan liada que necesita ayuda para desliarse. Ayúdame hortelano, préstame una escalera para subir al veedor de las ramas, para así trepar mejor” !
Rápido trae una escalera el agricultor y allí sube el caracol, por si echar una mano pudiera. Acude hasta el niño del labriego, corriendo en pijama, sorprendido con el susto en el cuerpo y le dice al lucero: “ Ven, baja, tu amiga lunera está en apuros ! El lucero baja corriendo, templado, corriendo para intervenir, cogiendo los brazos del planeta, levanta despacio los rayos volátiles, para despejar la enredadera del breñal . Todos los convocados se alegran al deshacer el entuerto, y lo celebran. Se ponen a cantar al ver el rayo lunar libre, retozando en las huertas colindantes. Hasta el ratón corretea contento en la hierba, distraído, sonámbulo, huidizo, convertido ya en vigía.
José F. García