miércoles, 10 de agosto de 2016

Córdoba en agosto

Córdoba en agosto
La noche cordobesa cae silenciosa en el barrio de San Agustín bajo una luna inmensa, bajo un silencio notable en las callejas atemperado a la mudez del ambiente. En la blancura de los callejones se transparenta la luz del farol metálico. Por el pavimento de guijarros los pasos se adelantan los unos a los otros, entre miradas hacia el firmamento por donde las estrellas asoman mortecinas el tintineo meticuloso, en medio de la oscuridad de la bóveda celeste. Esquinas en penumbra, acerados de losas de granito, ventanas con persianas bajadas, la ciudad descansa impertérrita. Duerme estoica intramuros el sueño dulce de la urbe censada. Callejuelas desérticas de vez en cuando interrumpidas por algún pequeño ruido, es como si la vocación de esta barriada desembocara en la sencillez y el acomodo a las costumbres, a la mimética sensación del aplomo de los caseríos urbanos. La calle Reja de Don Gome como eje simétrico que desdobla el grupo de casas hasta la famosa placeta, con balconadas y rejas que dan al interior de las casonas como enseñas de un verdadero reino vegetal que se cultiva en los arriates. Todo el encaje de las fachadas eméritas, sucesivas como un auténtico decorado arquitectónico en hilera hasta el Jardín de los Poetas, encaje y reverberación de plantas. Fuentes y estanques luciendo en los surtidores de gala la fuerza del agua al giro perpetuo de la caída en el embalse, al soniquete del frescor que enjuaga y perdura la masa acuífera. Dorsel de la muralla centenaria, color ocre de las tapias bajo el fuego caluroso de agosto. Pinos y palmeras, naranjos y rosales, setos y jazmines ente el césped de las zonas ajardinadas. Colofón de un reino de la villa abierta, verde, califal de sombras entre pasadizos y patinillos.


Dorada hoy por el sol,
nacida milenaria,
corpulenta de belleza hasta los muros regios.
¡Oh! torres magnéticas de siglos convertidas,
hasta los arcos lustrosos del Puente Romano.
Perenne sensualidad desde la Mezquita a la Calahorra,
premio de artistas donde bulle el arte,
mística contemplación que a los ojos se abre,
como vergel de exóticas plantaciones.
Todo el olimpismo de la alegría tras las cancelas
donde los patios elegantes muestran el don y la hermosura.
El sur cautivado junto al Guadalquivir
que desde Villa del Río a Palma del Río
pasa mansa la corriente entre naranjales y campiñas
saludando la ribereña concordancia entre agrarias dehesas.
Feliz en la semblanza y el perfil de las vegas apaisadas
por donde la acequia cubre el regadío satisfactorio.
Inmensa como la credibilidad de los limoneros exuberantes,
unidad de las Españas en el centro de Andalucía.
En el pentagrama de las guirnaldas que la atesoran,
preñada de algarabía, sensibilidad y música.


José Francisco

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